La legendaria agrupación humorística se despide de los escenarios, luego de cinco décadas divirtiendo a miles de personas. Llegan a Bolivia para decir adiós con su último espectáculo el 28 y 29 de julio en Sonilum Arena

23 de julio de 2023, 12:50 PM
23 de julio de 2023, 12:50 PM


Con más de 50 años de trayectoría, en los que a través de su espectáculos divirtieron a varias generaciones, Les Luthiers dice adiós de los escenarios. Sin embargo, no han querido hacerlo apelando a la nostalgia ni a la tristeza, sino a través de un espectáculo nuevo "Más tropiezos de Mastropiero", con el que luego de ser ovacionados en cinco países llegan a Santa Cruz de la Sierra para presentarlo el 28 y 29 de julio en Sonilum Arena. 

A pocos días de su llegada, EXTRA conversó con Carlos López Puccio, uno de los pilares de la agrupación.

Les Luthiers se despiden de Bolivia
Carlos López Puccio, uno de los pilares de Les Luthiers

- ¿ Por qué despedirse cuando toda la gente les pide que no se vayan?

Es una reunión de muchas cosas. Los que manejamos el emprendimiento ahora somos Jorge Maronna y yo, que somos los sobrevivientes del grupo original, aparte de Carlos Nuñez que se autojubiló en 2017. En septiembre de 2022 falleció el que era nuestro representante, Lino Patalano, que llevaba las riendas de Les Luthiers como empresa. Fue una pérdida grande para nosotros porque siempre habíamos depositado la organización, la logística, la representación y demás en él.

En el escenario somos seis, pero detrás hay 20 personas más y sostener esa organización es muy complicado, sobre todo para gente mayor como nosotros. A la vez, cuando estrenamos "Más tropiezos de Mastropiero", que vamos a llevar a Santa Cruz, era el primer espectáculo que escribíamos Jorge Maronna y yo, sin la colaboración de nuestros antiguos socios y compañeros; especialmente de Marcos Mundstock (falleció en abril de 2020), que era nuestro socio creativo a la hora de armar espectáculos. Cuando lo estrenamos, que creo fue en noviembre de 2022, fue una gran alegría y una gran sorpresa que el público lo aplaudiera de pie y que recibiera buenas críticas. Creo que ahí se nos juntaron las dos cosas, la alegría de haber hecho una cosa que a nosotros nos resultó muy buena y decirnos posiblemente sea este el momento de retirarnos dejando un buen recuerdo. 

Siempre digo que es mejor retirarnos con un éxito y no languideciendo repitiendo las cosas del pasado. Se juntaron las dos pulsiones, la de continuar con el éxito o la de terminar con un éxito y creo que la segunda fue una buena decisión finalmente. Es una idea bárbara la de retirarse a tiempo. Nosotros estamos haciendo una declaración preventiva de senilidad, porque ninguno de los dos se siente realmente viejo, pero esto va a sobrevenir más bien temprano que tarde (risas)

- Hubo quienes dijeron que sin Marcos Mundstock y sin Daniel Rabinovich era casi imposible un espectáculo de Les Luthiers ¿Cómo afrontaron ustedes ese reto?

Lo afrontamos de distintas maneras. Por un lado, los que opinaron tenían todo el derecho de hacerlo, porque realmente Marcos y Daniel fueron compañeros importantísimos para nosotros. De hecho eran la primera línea del rostro de Les Luthiers. Nos quedamos sin Marcos, él enfermó a principios de 2019 y ahí reconstruimos el grupo. No es que lo inventamos, porque ya en ese momento teníamos a los integrantes actuales, que estaban trabajando con nosotros como reemplazantes eventuales.

 Retomamos una vez que terminó la pandemia. Prácticamente estuvimos todo el 2022 recorriendo España y algún otro país con antologías, pero Jorge y yo no estábamos satisfechos con esa idea de seguir alimentando esa imagen de Les Luthiers con un elenco diferente y con antologías, entonces nos hicimos una especie de juramento: Vamos a escribir un espectáculo nuevo, que fue una decisión muy difícil, pero ya no una imitación de los anteriores. Un espectáculo escrito para este elenco.

- ¿Cómo afrontaron la creación de este nuevo espectáculo?

Con mucha dificultad, porque teníamos la espada de Damocles en la cabeza, porque no sabíamos qué iba a pasar al momento de estrenarlo. Fue escrito especialmente para este elenco y esa es la parte importante. Nos dijimos no hagamos una copia de Daniel, una copia de Marcos. Hagamos algo en el que se luzcan las virtudes que tiene el elenco actual y creo que la acertamos, porque realmente hay novedades en todo sentido. No son novedades que saquen a Les Luthiers de su estilo, de su norma, de su ética de toda la vida. 

- ¿Cómo aparece en este espectáculo Johan Sebastian Mastropiero?

Creo que la aparición de Johan Sebastian Mastropiero es un poco simbólica. Es como hacer un corolario, un festejo y un homenaje a este compositor mítico, que fue la guía de estos nuestros 55 años de trabajo. Así que fue también una decisión, que por cierto, cuando la empezamos a barajar en el grupo, digo entre los artistas que nos acompañan y técnicos… pusieron una cara de duda de ¿cómo es eso de corporizar a Mastropiero? y creo que fue un invento importante, digamos, porque nos permite, en alguna medida, homenajear a Mastropiero e indirectamente a nosotros mismos y a la historia de Les Luthiers.

- Estrenaron su primer espectáculo en 1967 y el humor de Les Luthiers sigue vigente ¿A qué le atribuye esa vigencia?

Creo que fabricamos un producto único con materiales escasos. Hemos ofrecido siempre un humor muy puro, muy fuerte, de gran eficacia, pero cuidando siempre la calidad de los ingredientes. Hay mucha gente que sintonizó con ese humor. No es un público enorme; siempre digo que es un público cómplice, porque es gente que sintoniza con nuestra manera de hacer humor, con elementos de la cultura, de la inteligencia y que claro, esto se encuentra poco, hasta cada vez menos en nuestros países.

- En ese laboratorio interno del grupo ¿cómo han sido los roles de cada integrante?

En los orígenes de Les Luthiers el argumentista, el letrista principal era Marcos. Yo entré como músico. Tenía “el prestigio” de que era un estudiante superior de música, estaba haciendo una carrera de grado en la universidad y a mí me invitaron a participar, por supuesto como músico, de ahí me entusiasmó lo del humor y entonces los roles empezaron a mezclarse. Siempre digo que he escrito más humor para Les Luthiers de lo que he aportado como músico. Con el tiempo se fue perfilando una organización donde éramos tres los que escribíamos los espectáculos, que éramos Jorge Maronna, Marcos Mundstock y yo. Luego había tres compositores que eran Jorge, Carlos Nuñez y yo. Una vez que las cosas estaban planteadas y compuestas empezábamos a ensayarlas y ahí ya había un aporte importante de Daniel Rabinovich, que junto con Marcos iban agregando cosas de acuerdo a la respuesta que tenía el público. 

- ¿Cómo ha sido el vínculo entre ustedes fuera de los escenarios?
Hubo muchas etapas y muchas agrupaciones dentro del grupo. Básicamente el que más perduró fue el quinteto Mundstock, Maronna, Rabinovich Nuñez y Yo. Hubo etapas en las que éramos más amigos dos o tres. Mi mejor amigo dentro de la agrupación siempre fue Daniel con el que tuve una relación bastante afectiva. Nuestras familias estuvieron bastante juntas, hemos veraneado juntos y era normal que en las giras Daniel y yo fuéramos más cercanos, pero también tuve una muy buena relación con Marcos, sobre todo en los últimos años. No había una norma u obligación de estar juntos, más allá del trabajo profesional y cuando estábamos juntos sí nos divertíamos.


Les Luthiers se despiden de Bolivia

Les Luthiers con algunos de los instrumentos informales que a lo largo de cinco décadas interpretaron 


Hicimos un trabajo bienhechor para nosotros a mediados de los años 70. Murió Gerardo Masana, que era el fundador del grupo y empezamos a ser “famosos”. Entonces, consideramos muy útil una asistencia terapéutica. Encontramos a una persona fantástica, un psicoanalista que se especializaba en grupos, en tareas colectivas. Hicimos un montón de años de trabajo con él. Una vez por semana, cuando estábamos en Argentina, nos juntábamos con él. Era un espacio donde podíamos pelearnos, pero con guantes (claro que de box) y herirnos lo menos posible. Podíamos charlar las cosas que quedaban ocultas en las tareas cotidianas o que se generaban, porque por supuesto siempre hubo diferencias y enfrentamientos, sobre todo cuando había que tomar decisiones excepcionales, donde surgían los problemas más serios, porque el grupo tenía que tomar decisiones más unánimes y teníamos ese ring preparado especialmente para pelearnos.

- De los instrumentos informales ¿Cuál es su favorito?
Por cuestiones afectivas debo contestar que es el violín de lata, que he tocado toda la vida, pero hay instrumentos históricos muy lindos, que no están en funcionamiento en este momento. 

El más vistoso a mi gusto y que la gente ha visto poco se llamaba la Ferriocalíope. Era una estructura grande y funcionaba con silbatos de ferrocarril. Tenía una estructura triangular metálica que sostenía los tubos y en las patas tenía unas calderas compresores de agua caliente que largaban chorros de vapor. El chorro de humo que salía cuando, sonaban los silbatos, estaba iluminado con colores. Era un instrumento muy vistoso, pero era enorme, estruendoso a más no poder, tanto que nos dejaba sordos en el escenario. Era complicado hacerlo andar, además que implicaba ciertos riesgos porque esas calderas a vapor con presión tenían una garantía hasta cierto nivel, porque todos eran prototipos experimentales. Creo que ese es el más divertido de la historia de Les Luthiers. 

- Hace poco Rubén Blades subió en sus redes sociales una fotografía junto a ustedes. Como él, han tenido y tienen muchas personalidades que los admiran Por ejemplo, García Márquez.

La verdad es que yo siempre digo que mi tarea como humilde humorista me ha permitido ese privilegio. Primero el asombro de que a gente muy valiosa le guste lo que uno hace y un ejemplo claro fue el encuentro con García Márquez. Fue en los años 80. Acababa de ganar el Premio Nobel. Estábamos en Colombia y un gran amigo en común, que es Daniel Samper, lo trajo a vernos al teatro Colón de Bogotá. Le encantó el espectáculo y luego Samper nos invitó a su departamento. Para mí fue enormemente emocionante, porque yo era un admirador fanático de él. A esa altura había leído "Cien años de Soledad" muchas veces. El departamento no estaba amoblado, así es que tuvimos que comer en el piso. Es una anécdota fantástica, en el sentido de que era una cosa inimaginable para mí estar comiendo con el premio Nobel de Literatura apoyados en el piso contra la pared. Fue emocionante conversar con él y preguntarle todo lo que siempre había querido preguntarle. Fue un hermoso encuentro.

Ahora a Rubén Blades lo conocemos hace muchos años. Él nos dedicó un disco cuando no nos conocíamos y al poco tiempo nos encontramos en Costa Rica, vino y estaba contentísimo, además es una persona encantadora, que piensa mucho y piensa muy bien. A los pocos años hizo una presentación en Argentina e hicimos un asado en mi casa donde estuvimos todos los Les Luthiers. Hace poco nos volvimos a encontrar en Barcelona, porque vino a ver el espectáculo. Ese es otro hermoso ejemplo, el haber podido contactar con una generación de gente increíble, por ejemplo Serrat es muy amigo nuestro.

- ¿Cómo surgió el trabajo de colaboración entre ustedes y Roberto Fontanarrosa?
Fontanarrosa es rosarino como yo. Nosotros generalmente estrenábamos los espectáculos en Rosario, entre otras cosas, porque a mi mamá le encantaba que fuéramos a Rosario y a fines de los años 70 él vino a vernos a uno de los espectáculos.Nosotros ya admirábamos su trabajo. Nos gustaba lo que hacía y nos hicimos grandes amigos todos, porque hablábamos un lenguaje muy parecido en el sentido humorístico. Si bien él era más gráfico en ese momento. No había empezado a escribir todavía sus cuentos. Fue muy interesante para mí, porque por primera vez pude hablar con un humorista de oficio y encontrarnos que teníamos problemáticas similares. Fue un gran encuentro en principio profesional y luego fuimos muy amigos de él por mucho tiempo. Al poco tiempo le propusimos colaborar con nosotros, porque realmente humoristas del estilo nuestro no se consiguen fácil. Realmente no hemos conseguido a lo largo de la vida colaboradores como él. Le pedíamos, por ejemplo, chistes sobre pacientes en un dentista y entonces nos mandaba. 

Él tenía un gran archivo, algunas cosas ya las tenía escritas, otras las inventaba y nos mandaba. Esos chistes los expurgábamos y los incertábamos en el proyecto en el que estábamos trabajando. Fueron muchos años de amistad y trabajo profesional.

Les Luthiers dice adiós

Les Luthiers junto a Fontanarrosa 



- ¿Qué hay después de Les Luthiers para usted?
Toda mi vida he hecho dos cosas realmente esenciales. He trabajado mucho en y para Les Luthiers y he sido director de un coro que estaba muy bien considerado en Argentina. Un grupo de más de 20 personas, con el que ganamos muchos premios. O vuelvo a la dirección coral o escribo espectáculos de música y humor o por último me quedo en casa y leo todo lo que tengo pendiente por leer y que es una actividad que también me gusta mucho.

Les Luthiers se despiden de Bolivia
En 2017 recibieron el premio Princesa de Asturias