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8 de agosto de 2022, 4:00 AM
8 de agosto de 2022, 4:00 AM

 Sueño un país que sea una propuesta de un proyecto de vida en común sobre la base de principios y valores éticos y morales individuales. Un país construido de abajo hacia arriba y no desde el pensamiento oligárquico colonial que impone desde arriba hacia abajo. Un país que sea una propuesta de integración y unión continental.

Los valores fundamentales son el amor y el respeto y los principios son la vida, la libertad, la propiedad, la igualdad y la democracia. Estos permiten una sociedad que vive en un sistema confederado de colaboración entre comunidades de ciudadanos. El respeto al otro y a su proyecto de vida garantiza la convivencia pacífica sin la necesidad de amos o patrones que intenten dominar o reducir a los ciudadanos a vasallos. La libertad es la capacidad de crecer y la igualdad es el imperio de la ley basada en la razón, no en la pasión. La democracia no es las mayorías tiránicas, sino el respeto a las minorías, siendo el individuo y sus derechos humanos inalienables el límite al poder y al ejercicio de la coerción.

La convivencia de las tres grandes agrupaciones humanas que hoy habitan la antigua república de Bolivia se vuelve viable mediante la aplicación concertada de un sistema confederal de gobierno republicano y la abolición del estado unitario. La confederación multinacional bolivariana deberá ser el final lógico del estado plurinacional neo colonial y feudal boliviano. Estas naciones no son étnicas, si no éticas y la confederación permite un federalismo asimétrico, juntos pero separados, donde 2, 3 ó 4 estados confederados replanteen la propuesta de una gran unión continental a medida que se puedan ir incorporando nuevos estados a esta Confederación Sudamericana.

Para ello se requiere un nuevo pacto jurídico y político, donde los estados confederados no deban un vasallaje al micro-imperialismo oligárquico, y los ciudadanos no sean vasallos de estos estados, sino libres de perseguir sus proyectos de vida. Es pues la propuesta desde el liberalismo y la ciudadanía, y no desde la dominación del patronaje estatal, que se podrá alcanzar no sólo que nadie pase hambre en el país, si no que la siguiente generación esté mejor que nosotros.

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